sábado, 12 de mayo de 2012

Primera pagina del libro.

La confesión (John Grisham)


Un lunes cualquiera se presenta en casa de un reverendo luterano de un pueblecito de Kansas un individuo, de bastante mal aspecto. Para la sorpresa del reverendo (Keith Schroeder) el individuo (llamado Travis Boyette) le confiesa ser el autor del asesinato y violación de una joven nueve años antes en un pequeño pueblo de Texas. De este asesinato se acusó, y posteriormente condenó, a un joven negro –el tema racial es bastante importante en la trama- de la localidad. Este joven, Donté Drumm, en aquellos momentos era una estrella de fútbol del instituto (algo por lo visto bastante importante en el mundo rural de los EEUU, pues suele constituir el pasatiempo favorito de la gente de la localidad). Además, para hacer más trepidante la trama a Donté le quedan sólo tres días para ser ejecutado. A partir de aquí se inicia una carrera contrarreloj para que el reverendo consiga convencer a Travis, que además se encuentra en libertad condicional, por lo que no puede abandonar el estado, y enfermo de un tumor cerebral, aparentemente incurable, de que ha de confesar.  En la novela vemos como la Pena de Muerte se ha instrumentalizado por parte de la clase política y de los fiscales (que al fin y al cabo también han de ser elegidos por votación popular) para conseguir votos, pues es un tema del que hay mucha más gente a favor que en contra, a pesar de que se ha demostrado que el sistema falla y que se ha condenado a inocentes. Tampoco quedan nada bien los medios de comunicación sensacionalistas, que se dedican a hacer amarillismo de la mayor calaña con las familias de las víctimas. En este caso, a pesar de que está claro que la confesión que condena a Donté está obtenida bajo coacción por la policía y que el fiscal juega también sucio para obtener la condena, el proceso pasa por la mayoría de tribunales de apelación, que confirman el veredicto, y por un gobernador, totalmente carente de escrúpulos morales, que sólo piensa en la reelección, y que sabe que gran parte de su electorado no ve con buenos ojos los indultos, por muchas dudas que haya sobre el acusado. Por otro lado, también hay activistas contra la pena de muerte, como el abogado de Donté, Robbie Flak, que tras hacer fortuna demandando compañías se dedica a defender a acusados sin recursos, y todas las organizaciones anti pena de muerte, que luchan para que el sistema se cuestione y, por lo menos, revise. Es curioso también el poco valor que se le da, dentro del proceso judicial, a la inocencia o culpabilidad, pues el que un culpable quiera confesar, no sirve para exonerar a otro condenado, que no ha parado de proclamar su inocencia. Una cruel ironía, en el caso del libro. A pesar de ser un tanto anticlimática en su último tercio la novela consigue mantener el interés hasta el final, en el que las diversas tramas quedan cerradas, y al final resulta haber unas cuantas.

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